Comúnmente definimos o clasificamos a las emociones como
buenas, malas, positivas o negativas. Si hablamos de alegría, gozo, felicidad o
amor, por lo regular las denominamos como buenas o positivas y si hablamos de
enojo, tristeza o frustración, comúnmente las denominamos como negativas.
Empero, la realidad es que sólo son emociones y todas ocurren dentro de una
misma persona, podemos sentir alegría por compartir tiempo con nuestros amigos
y después sentir tristeza por la pérdida de alguna persona, oportunidad u objeto
de gran valor para nosotros.
Los duelos son situaciones que pueden llegar a ser
traumáticas, ya que representan la perdida de alguien o algo que tiene un lugar
importante para nosotros. Vernos sin la persona, el objeto o la circunstancia a
la que damos gran valor, nos puede generar miedo, ansiedad y sensación de
desamparo ¿no es natural sentir tristeza y llorar?, ¿por qué no hacerlo, por
qué no aceptarlo? Un duelo no es más o menos importante según lo perdido, sino
que siempre representara una pérdida importante.
La expresión adecuada de las emociones es el ejercicio que falta
por aprender, porque no solo se trata de manifestarlas y ya, sino como lo
hacemos y para que lo hacemos, aprender lo funcional y lo no funcional de las
emociones es la clave para manejarlas saludablemente.
Saber manejar las emociones tiene que ver con la capacidad
de reconocer lo que se siente, expresarlo adecuadamente (con la persona
apropiada, en el momento adecuado), hablando solo de su experiencia sin culpar
u ofender a nadie, y después asimilarla en términos de aprendizaje para obtener
recursos que sirvan para solucionar problemáticas similares en el futuro.
Aunque si logramos aprender la lección que nos da la experiencia vivida, tal
vez no tengamos que volver a pasar por algo parecido.
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